viernes, 10 de mayo de 2013

Amores impuros.


Alguna vez había creído en el amor como enriquecimiento, exaltación de las potencias intercesoras. Un día se dio cuenta de que sus amores eran impuros porque presuponían esa esperanza, mientras que el verdadero amante amaba sin esperar nada fuera del amor, aceptando ciegamente que el día se volviera más azul y la noche más dulce y el tranvía menos incómodo. —Hasta de la sopa hago una operación dialéctica—, pensó Oliveira.
— Rayuela, Capítulo 90, Julio Cortázar 

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